martes, 29 de enero de 2019


El mismo frio de la carreta, contra mi boca, amén de los baches, lo estoy sintiendo ahora, 35 años después. Mi boca de pez contra la pared de vidrio, siento la respiración de los aviones que llegan y se van estremeciendo todo de ese modo solapado que me hipnotiza y me salva una y otra vez.

-Pasajeros del vuelo Beirut-New York… 

Camino detrás de dos mujeres envueltas en trapos que llevan mí mismo destino. Ellas corren, yo corro,  ellas se pierden, yo me pierdo, se ríen tapándose la boca, yo viro la cara. Ellas se metieron en un baño y gracias a mi habilidad de caminar mirando el piso, pude reconocerlas cuando salieron, las conocí por los zapatos, colección de primavera de Gianvito Rossi, porque de ahí pa arriba, ya no quedaba ni un trapo, más bien todo ajustado, enmarcado y divergente.   Son como este país, donde nada es lo que parece.

Empiezo a contar mis pasos. Los pasos separan más que los autos, más que los trenes y más que los aviones, porque cuando caminas el cansancio debilita la agonía, mientras que si vas sentado la agonía se hincha, se acomoda, se acuclilla en el lado más confortable de la memoria y se queda allí,  como una gata. Por eso camino, lo más rápido que puedo, tengo un tacón medio flojo, pero avanzo, y sigo contando los pasos, cien, ciento  veinte, si los sumo con los mismos cien o ciento veinte de él,  que va en sentido contrario,  ya es un buen tiempo  de pasos que nos separan.

-Pasaporte y pasaje, por favor.

-Aquí están.

 ¿Sólo estuvo dos días en Beirut, Eva?

-Sí. Pensé estar una semana, pero tuve que adelantar el regreso. Me hubiese gustado quedarme algunos…

-¿Cómo se deletrea su apellido?

-B-I-C, Bic

-¿Bic, como la marca de bolígrafos?

-No, Bic, como la marca de maquinillas de rasurar.

-¿Usted tiene algún problema con mi barba?

-No señor. Era una broma. Lo que pasa es que…

-Raro. Un viaje demasiado  largo, para una estancia tan corta.

-Sí, tiene razón, un viaje como de veinte años para un regreso de algunas horas.

-Como sea. - El oficial levantó la vista, me imagino que para asegurarse de que yo no lucia del todo demente y me entregó mis documentos.  - ¿Que lleva en la mano?-

-EL tacón de mi zapato.

-Occidentales…balbuceo entre sus dientes robustos y amarillentos mientras me acercaba un cesto de basura

- Échelo aquí, por favor.

-Si quiere le doy el otro. - Levanté el pie izquierdo y sin mucho esfuerzo lo  arranqué.

-¿A dónde irán  a parar mis tacones? Pregunte sin esperar respuesta.

¬-¿A qué  se  refiere?

-Nada, solo lo decía por lo de la Revolución de la basura, mis tacones terminaran olvidados en alguna calle céntrica de Beirut, o en un parque maloliente.

-Ese no es su problema, apúrese que el vuelo va a cerrar. Buen viaje.

Y otra vez mi cara contra el vidrio, ahora la ventanilla, medio ovalada…

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