domingo, 12 de abril de 2015



Piel baldía ( fragmento)

A pesar de la humedad y el bullicio de aquella primera noche salvaje, un suave y enigmático olor a almidón planchado me sedujo y dormí estupendamente. Desperté con los hilos de luz que traspasaban mi mosquitero. Mi cama,  aunque estaba un poco oxidada, alguna vez había sido blanca y me parecía hermosa con sus hierros fundidos en forma de arabescos. Mi madre ya se había levantado, y aunque aún las maletas estaban acomodadas una encima de la otra, ella ya había puesto su "sobrecama" de amapolas que terminó siendo, para su orgullo, la envidia de todas las mujeres.
Yo siempre he tenido ciertas dudas sobre el amor, pero me inclino a pensar que es una reacción química entre una molécula de lujuria con  setecientas moléculas de locura. Esa sería la única razón capaz de justificar  aquella aventura.  Miré afuera y allí estaba, con un vestido rosa intenso (que también tiene su historia) paseándose frente a los cañaverales. El le explicaba que allá en el horizonte, bien allá, donde sólo había monte y bejuco, allá... (y yo emocionada esperando, expectante, ansiosa, a ver por fin  que era lo que  había, porque al parecer si había algo... ) donde ves aquel punto negro de no sé qué cosa, termina "Malvango" y empieza "Tira-Palo"... Un notición. Para mi, que estaba en medio de la emoción de los Juegos Olímpicos del 80, que ya se apoderaba de todos los entornos cubanos, " Tira- palo" traducido al ruso sonó como un extraordinario lugar de lanzamiento olímpico. Pero no, era algo un poco menos interesante, otro caserío, que se construyó con no se qué palos que se tiraban desde un tren en marcha, y en honor al suceso, se llama " Tira- palo".

En aquella época yo no entendía  nada, pero ahora no tengo dudas: Ella se imaginaba que al atravesar el Atlántico  iba para una hacienda de novela brasileña, que viviría rodeada de ganado y frutas exóticas, se echaría aire con gigantescos abanicos de plumas y tomaría leche de cabra sin conservantes ni límites.  Ella sería  Doña Bella. Será por eso aquella extraña afición por hacerse fotos encaramada en un caballo, el único decente de todo Malvango, sentada de lado con cierto aire aristocrático y su vestido de flores, y con toda la familia alrededor (fuera del encuadre) pidiéndole a Dios que no se cayera. -A esta rusa le falta un tornillo-, decían, y yo estaba de acuerdo, no uno, sino todos. Pero ella lo amaba, y creía que El la amaba,  y eso era suficiente...

1 comentario:

  1. Me recuerda mucho la llegada de mi madre a Cuba. Fue similar, pero tuvo un poco más de suerte, pues vivió en La Habana.

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