miércoles, 25 de febrero de 2015


Si he dicho alguna vez

que en el centro del mundo está mi mano

no he mentido

todo radica en la sigilosa plenitud del sueño de sabernos nuestros

si amigos o enemigos, nada importa

Mi dios está sentado sobre la cabeza de una hormiga

ella lo ignora...

Conciliemos el sueño

y de seguro podremos despertar danzando

siempre habrá un lugar para los cuerdos que de repente se despiertan

y se creen vivos

y enarbolan su suerte de banderas.

El cuerpo es insomne cuando los locos cantan

se dice que antes de saltar hacia el vacío

cantan con fiereza y no con canto

contaminan la ciudad con polvo extraño

me invaden la pupila

y se ríen en mi cara

absurdamente

se despojan del gesto vespertino

y se van

como si nada

como si amar y suicidarse fuera un juego.

Si he dicho alguna vez que la ciudad está en mi techo

no he mentido

la hilaridad se desencaja bajo el agua

los peces se suspenden

y los hombres siguen en su diario pisotear de sombras

invaden el mismo centro de los parques

rectilíneos y blancos, como el viento

y se duermen

se ausentan tan tranquilos…

Este árbol ha crecido demasiado

se confunde con mi ojo y sí me importa

le ofrecí un vidrio para que se cortara las raíces

y sólo dibujó su seña en mi corteza

Este árbol no sabe que no duermo.

Primero llegó uno y luego todos

nos reunimos para envejecer acompañados

y recordar ese modo largo de estar bajo los astros

más allá de la piel y su cansancio...

Dije que nos reuniremos todos

y no es cierto

sólo vendrán los vivos sin cordura

Sólo vendrán los que jugaron al puente  y se marcharon

con una pizca de amor bajo la lengua

y una ausencia -torpe-melodía.

Los hombres se confunden con la decadencia de los sueños

los hombres se destruyen los dedos cortando girasoles

y en el breve sonido de la noche inédita se espantan

Los hombres son tristes fierecillas

hoy sólo los miro

la ciudad, por pequeños, los perdona.

 

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